Escribí esto un día de pandemia en el que decidí darme un détox de pantallas, en realidad fue algo que vi en redes sociales que se estaba poniendo de moda, un “détox de dopamina”, escogí el día perfecto. Llegue esa mañana a la terraza de casa de mis papás con una libreta, un libro de Matilde Asensi y “El sincrodestino” de Deepak Chopra, que a la fecha sigo pensando que es de los libros que más han marcado mi vida.
Sin hablar con nadie y sin distracciones me dedique a meditar y a contemplar el jardín y el cielo, una de las primeras realizaciones que tuve fue sobre los pensamientos, el cómo al hilar uno tras otro sin perder el hilo puedes llegar no solo pensamientos más profundos sino también ha respuestas más asertivas, desafortunadamente, por lo menos en mi caso esto no es algo que me pase a diario; creo que tenemos tantos estímulos y distracciones en nuestro día a día que pocas veces nos dejamos llevar por un tren de pensamiento hasta que este pueda llegar a su punto óptimo, si es que existe alguno. Comencé a anotar en mi libreta estas nuevas ideas, pero sin lugar a duda la que más se ha quedado conmigo durante estos años fue mi teoría de la felicidad, me encantaría compartirla contigo:
Existen dos tipos de felicidades que coexisten constantemente, al obtener el balance y la maestría de estas dos nos volvemos maestros de nuestra vida.
La felicidad blanca, es la que obtenemos sin que ningún estimulo, actividad o situación sea llevada a cabo, es cuando de forma consciente o inconsciente nos damos cuenta de que estamos en el lugar correcto, en el lugar donde deberíamos estar. Comienzas a ver situaciones y objetos ordinarios de una forma mucho más bella y enriquecedora, obtenemos sentimientos de paz y plenitud; estás presente y agradecido. Esta felicidad está completamente influenciada por como vives, por cómo tu alma está sintiéndose con tu vida. Para lograr esta felicidad tenemos que ser quien en realidad somos, y vivir como humanos (entendiendo que todos somos un pedazo de cielo en la tierra, tanto tú, como yo).
La segunda, la felicidad roja; es el éxtasis de la vida, hacer las cosas que ansiabas, salir de fiesta, besar por primera vez a la persona que te gusta, ganar un premio, comer tu comida favorita o visitar un lugar nuevo; toda esta felicidad se basa en estímulos, en situaciones y en actividades; esta felicidad es externa y de ninguna forma es contraria a la primera. Es la pasión en su máxima expresión, es breve, es intensa.
La clave en la vida es siempre buscar ambos tipos de felicidad, siendo cuidadoso de no perder la sensibilidad al blanco por un exceso de rojo, y de tener cuidado de no caer en complacencia del blanco y dejar de buscar esos destellos de rojo que le dan un toque increíble a nuestra vida.
Por eso creo que la vida es rosa, o por lo menos así deberíamos de buscarla.
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